sábado, 30 de julio de 2016

REINVENCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

Decenas de cristianos evangélicos  de diferentes denominaciones profesantes principalmente pentecostales y carismáticas tratan al Espíritu Santo como un payaso. Algunos evangélicos son culpables de descuidar al Espíritu Santo por completo. Para ellos, él se ha convertido en el miembro olvidado de la Trinidad, mientras intentan hacer crecer a la iglesia mediante su propia inteligencia en lugar del Espíritu. En aras de lo que pide el público, dejan de enfatizar la santidad personal y la obra santificadora del Espíritu. Sostienen que la predicación bíblica, en la que la espada del Espíritu se blande con cuidado y precisión, es ahora cosa del pasado.

En su lugar, ofrecen entretenimiento, crispación, ideas vanas e incertidumbre, intercambiando la autoridad de las Escrituras que el Espíritu inspiró por sustitutos baratos e impotentes.
Por otro lado, los movimientos pentecostales y carismáticos modernos han empujado el péndulo hacia el extremo opuesto. Han fomentado una preocupación malsana por supuestas manifestaciones del poder del Espíritu Santo.

Comprometidos carismáticos hablan incesantemente acerca de los fenómenos, las emociones y la última moda o sensación. Parece que tienen relativamente poco (a veces nada) que decir acerca de Cristo, su obra de expiación o los hechos históricos del evangelio. La fijación carismática con la supuesta obra del Espíritu Santo constituye un honor falso.

Falso movimiento del a risa "santa"


Jesús dijo: «Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí» (Juan 15.26). Así que cuando el Espíritu Santo se convierte en el punto central del mensaje de la iglesia, su verdadera obra se ve socavada.

El «Espíritu Santo» que se encuentra en la gran mayoría de la enseñanza y la práctica carismáticas no tiene semejanza alguna con el verdadero Espíritu de Dios revelado en las Escrituras.

El Espíritu Santo real NO es una corriente electrizante de energía extática, un charlatán que nubla la mente con expresión irracional o un genio cósmico que indiscriminadamente concede deseos egoístas de salud y riquezas. El verdadero Espíritu de Dios NO causa que su pueblo ladre como perros o ría como hienas o se carcajee como si estuviera diciendo chistes. Él NO los lanza de espaldas al suelo en un estado de estupor inconsciente. Él NO los incita a adorar de una manera caótica e incontrolable y, ciertamente, NO realiza su obra del reino mediante profetas impostores, falsos sanadores y tele evangelistas fraudulentos. Al inventar un Espíritu Santo producto de imaginaciones idolátricas, el movimiento carismático moderno ofrece fuego extraño, el cual le ha hecho un daño incalculable al cuerpo de Cristo. Al reclamar estar enfocado en el tercer miembro de la Trinidad, en realidad ha profanado su nombre y denigrado su verdadera obra.

Cada vez que se deshonra a Dios, los que aman al Señor sienten tanto dolor como indignación. Esto es lo que David experimentó en Salmos 69:9 cuando exclamó: «Me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí». El Señor Jesús citó este versículo cuando limpió el templo, expulsando a los cambistas que habían tratado a la casa de Dios y la adoración de su pueblo con una desvergonzada falta de respeto. Siempre he sentido una carga similar en respuesta a las formas espantosas en que muchos en los círculos carismáticos difaman, maltratan y representan mal al Espíritu Santo.

 Es una triste ironía que aquellos que pretenden estar más enfocados en el Espíritu Santo son en realidad los que cometen la mayor parte de los abusos, ya que lo entristecen, insultan, tergiversan, falsifican y deshonran. ¿Cómo lo hacen? Al atribuirle al Espíritu lo que NO dijo, los hechos que NO hizo, los fenómenos que NO produjo y las experiencias que NO tienen nada que ver con Él. Ellos audazmente plasman su nombre en lo que NO es su obra.

En tiempos de Yahshúa (Jesús), los líderes religiosos de Israel blasfemaron atribuyéndole la obra del Espíritu a Satanás (Mateo 12.24). El movimiento carismático moderno hace lo inverso, atribuyéndole la obra del diablo al Espíritu Santo.

Un ejército diabólico de falsos maestros, que marchan al ritmo de sus propios deseos ilícitos, propaga con gusto sus errores. Son estafadores espirituales, farsantes, ladrones, engañadores y charlatanes. Podemos ver un desfile interminable de ellos con solo encender el televisor o asistir a esas “campañas o congresos cristianos” de “profetas, apóstoles o evangelistas” modernos. Judas los llamó nubes sin agua, fieras ondas del mar y estrellas errantes «para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas» (v. 13). Sin embargo, ellos dicen ser profetas y ángeles de luz, ganando credibilidad por sus mentiras al invocar el nombre del Espíritu Santo, como si no hubiera ninguna sanción a pagar por ese tipo de blasfemia.

La Biblia es clara en cuanto a que Dios exige ser adorado por quien realmente es. Nadie puede honrar al Padre a menos que honre al Hijo. Del mismo modo, es imposible honrar al Padre y al Hijo mientras se deshonra al Espíritu Santo.



Sin embargo, cada día millones de cristianos carismáticos ofrecen alabanza a una patente falsa imagen del Espíritu Santo. Se han vuelto como los israelitas de Éxodo 32, que obligaron a Aarón a fabricar un becerro de oro mientras Moisés estaba fuera. Los israelitas idólatras afirmaron que estaban honrando al Señor (vv. 4–8), pero en realidad adoraban una tergiversación grotesca, danzando alrededor de ella en vergonzoso desorden (v. 25). La respuesta de Dios a su desobediencia fue rápida y severa. Antes de que terminara el día, miles de personas habían sido ejecutadas.

He aquí el punto: no podemos hacer a Dios en la forma que nos gustaría. No lo podemos moldear a nuestra imagen, conforme a nuestras propias especificaciones e imaginación. No obstante, esto es lo que muchas iglesias pentecostales y carismáticas han hecho. Han creado su propia versión del becerro de oro del Espíritu Santo.

Han lanzado su teología a los fuegos de la experiencia humana y adorado al falso espíritu que resultó, exhibiéndose delante de él con payasadas extravagantes y un comportamiento desenfrenado. Como movimiento, han ignorado persistentemente la verdad sobre el Espíritu Santo y con licencia imprudente han establecido un espíritu idolátrico en la casa de Dios, blasfemando contra el tercer miembro de la Trinidad en su propio nombre.


Las calificaciones necesarias para el apostolado

En primer lugar, sería imposible para cualquier cristiano contemporáneo
satisfacer los requisitos bíblicos necesarios para que alguien sea considerado apóstol. El Nuevo Testamento expone al menos tres criterios necesarios:

(1) el apóstol tenía que ser un testigo físico del Cristo resucitado (Hechos 1.22; 10.39– 41; 1 Corintios 9.1; 15.7–8.);

(2) el apóstol tenía que ser nombrado personalmente por el Señor Jesucristo (Marcos 3.14, Lucas 6.13, Hechos 1.2, 24; 10.41; Gálatas 1.1); y

(3) el apóstol tenía que ser capaz de autenticar su designación apostólica con señales milagrosas (Mateo 10.1–2; Hechos 1.5–8; 2.43; 4.33; 5.12; 8.14; 2 Corintios 12.12; Hebreos 2.3–4).

Esas calificaciones solamente demuestran de manera concluyente que no hay apóstoles en la iglesia hoy. Ninguna persona viva ha visto a Cristo resucitado con sus propios ojos, nadie es capaz de realizar señales milagrosas como las de los apóstoles en el libro de los Hechos (Hechos 3.3–11; 5.15–16; 9.36–42; 20.6–12; 28.1–6), y a pesar de las afirmaciones presuntuosas de lo contrario, el Señor Jesús no ha nombrado de manera personal y directa a nadie en la iglesia moderna como apóstol. Por supuesto, hay algunos carismáticos que afirman haber tenido visiones del Señor resucitado. Estas afirmaciones no solo son altamente sospechosas e imposibles de verificar, sino que simplemente no cumplen con los criterios apostólicos, ya que un apóstol tenía que ver al Cristo resucitado en la carne con sus propios ojos.

Como Samuel Waldron explica: Las visiones y los sueños, incluso si son reales y genuinos, NO califican a nadie como ser un apóstol de Cristo. Está claro que la Biblia enfatiza la distinción entre la vista interna y la externa, y considera la revelación producto de la vista externa como una señal de dignidad superior. Las demandas modernas de haber visto a Jesús en una visión o un sueño no califican a nadie para reclamar esta característica indispensable de un apóstol de Cristo.

Pablo fue el último apóstol

A pesar de que Pablo cumplió con los tres criterios mencionados antes, resulta evidente que su nombramiento apostólico no fue la norma. El mismo Pablo enfatizó este punto en 1 Corintios 15.5–9, mientras delineaba las apariciones después de la resurrección del Señor Jesús. A diferencia de los once, Pablo no había sido uno de los discípulos de Jesús durante su ministerio terrenal.
Él no estuvo presente en el aposento alto cuando el Señor se apareció, ni fue uno de los quinientos testigos que vieron al Cristo resucitado. ¡De hecho, la aparición del Señor a Pablo no tuvo lugar solo luego de su resurrección, sino después de su ascensión! Y ocurrió mientras Pablo (quien en ese momento se llamaba «Saulo») estaba en camino para perseguir a los seguidores de Cristo en Damasco (Hechos 9.1–8).

Sin embargo, si algunos piensan que ellos también pueden tener un apostolado extraordinario como el de Pablo, es importante que tengan en cuenta dos detalles importantes acerca del llamado único del apóstol:

En primer lugar, en 1 Corintios 15.8, Pablo afirma que él fue la última persona a la que el Cristo resucitado se le apareció de forma personal y física. Esto podría prevenir a cualquiera después de Pablo a hacer un reclamo legítimo de apostolado, ya que ver al Señor resucitado es un requisito previo para ser apóstol y Pablo declaró que él había sido el último en tener este tipo de experiencia.

En segundo lugar, es importante tener en cuenta que Pablo vio su apostolado como único y extraordinario. Era como «un abortivo» (v. 8), considerándose a sí mismo «el más pequeño de los apóstoles» (v. 9) debido a la animosidad que le había mostrado a la seguidores antes de su conversión. Aunque nunca se puso en duda la autenticidad de su apostolado, Pablo ciertamente no lo veía como un patrón normativo para que las futuras generaciones de cristianos lo siguieran.

¿QUÉ OCURRE CON EFESIOS 4.11–13?

Los defensores del apostolado moderno a menudo apuntan a Efesios 4.11–13 para defender su posición. Es importante, por tanto, que examinemos este pasaje con cuidado. Después de describir la ascensión de Cristo, Pablo escribió:

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento
del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo.

Los defensores del apostolado moderno hacen dos suposiciones incorrectas acerca de este pasaje. En primer lugar, afirman que la unidad, el conocimiento y la perfección o madurez que se describen en el versículo 13 se refieren a la Segunda Venida de Cristo. En segundo lugar, sostienen que los cinco oficios mencionados en el versículo 11 (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) deben continuar hasta la Segunda Venida. No obstante, ninguno de estos supuestos está garantizado por el propio texto.

Consideremos la segunda hipótesis primero. ¿Indica este pasaje que los oficios listados en el versículo 11 van a perdurar hasta que se cumplan las condiciones descritas en el versículo 13? Esta interpretación podría ser posible si el versículo 12 se omitiera en el texto. Gramaticalmente, sin embargo, la palabra «hasta» en el versículo 13 apunta hacia atrás al participio más cercano en el versículo 12 («edificación»), y no al verbo más distante «constituyó» en el versículo 11. Por lo tanto, el punto de Pablo es que Cristo designó los oficios indicados en el versículo 11 a fin de que, según el versículo 12, los santos puedan ser equipados para la edificación del cuerpo de Cristo (v. 12).

Es la edificación del cuerpo de Cristo por parte de los santos, pues, lo que continúa hasta que las condiciones en el versículo 13 se hayan completado. Nada en el texto indica que los apóstoles y profetas estarán presentes durante toda la era de la iglesia, sino que el trabajo que comenzaron (equipar a los santos para la edificación del cuerpo de Cristo) continuará. Esta conclusión se ve reforzada gramaticalmente en el contexto de Efesios, ya que Pablo había explicado antes que los apóstoles y profetas se limitaron a la edad de la fundación de la iglesia (Efesios 2.20).

Ahora podemos considerar la unidad y el conocimiento que se describe en el versículo 13. Algunos expertos insisten en que tal objetivo final no es alcanzable en este lado de la gloria. Por lo tanto, afirman que Pablo debe estar describiendo la unidad y el conocimiento de la iglesia celestial, pues estos atributos solo se lograrán en la gloria del cielo. Sin embargo, esa idea no se ajusta a la línea de pensamiento de Pablo; él esta describiendo los resultados obtenidos mientras los santos edifican la iglesia. Su enfoque no está en la obra de glorificación final de Dios en el cielo, sino en la labor de los fieles creyentes en la iglesia aquí en la tierra. Dentro de la iglesia, es posible que los creyentes posean una unidad profunda basada en un compromiso compartido con la verdad bíblica, un conocimiento íntimo del Señor Jesucristo, y un profundo nivel de madurez espiritual. 

Pablo también agrega la sana doctrina (v. 14) y el crecimiento en la semejanza de Cristo (v. 15) como beneficios adicionales que se derivan del hecho de que los santos están debidamente equipados para la edificación del cuerpo de Cristo (v. 12).

Entendido correctamente, Efesios 4.11–13 no enseña que un patrón de
ministerio quíntuple (incluyendo apóstoles y profetas) continuará a lo largo de toda la historia de la iglesia hasta la Segunda Venida de Cristo. Más bien, este pasaje demuestra que el propósito para el cual el Yahshúa (Jesús) nombró a los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros en la iglesia fue equipar a los santos. Cuando se encuentran correctamente preparados, los santos están habilitados para edificarse los unos a los otros en el cuerpo de Cristo. Y el resultado es que la iglesia se fortalece, creciendo en unidad, conocimiento, madurez, sana doctrina y santificación.

Debido a que Pablo ya había indicado que los apóstoles y los profetas eran solo para establecer las bases de la iglesia, no tenía necesidad de reiterar que esos oficios serían temporales. A pesar de que esos dos oficios no duraron más allá del primer siglo de la historia de la iglesia, los apóstoles y profetas siguen equipando a los santos a través de los escritos que dejaron para nosotros inspirados por el Espíritu (es decir, la Biblia). Los otros tres oficios —evangelista, pastor y maestro— han continuado a lo largo de la historia de la asamblea. Por lo tanto, siguen equipando a los santos en cada generación con el propósito de edificar al pueblo de Dios.