viernes, 16 de diciembre de 2016

LA VERDADERA ADORACIÓN

 “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23).

Juan 4:23 revela el corazón de DIOS. El Padre busca verdaderos adoradores, aquellos que lo adoren en Espíritu y en verdad. La adoración verdadera exige una vida totalmente rendida a DIOS. La adoración verdadera tiene lugar cuando amamos cada parte de 
DIOS con cada parte de nuestro ser. La adoración verdadera tiene lugar cuando le pertenecemos totalmente a Él.
La música correcta. Para adorar a YAHWEH (DIOS) en Espíritu y en verdad, nuestra música debe ser la adecuada. Las Escrituras invitan a adorar al Señor en la belleza de la santidad (Sal. 96:9). Si nuestra música es mundana y está mezclada con la letra de Satanás y la percusión secular, jamás podremos adorar a Dios en la hermosura de la santidad. ¡DIOS quiere refinar nuestra música! En el capítulo 15 de Éxodo, después del servicio de alabanza, la música israelita se convirtió en un ruido (Ex. 32:17-19). Esto se debió a que su relación con DIOS se había deteriorado. La clase de música que escuchamos o tocamos, dice mucho de la condición de nuestro corazón y de la relación que tenemos con DIOS (YAHWEH, YHWH).

Un corazón creyente. Toda verdadera adoración debe proceder de un corazón creyente. El deber primordial del hombre es creer (Jn. 6:28-29). Cuando el hombre no cree en lo que DIOS dice, esto es un insulto. No creerle a DIOS es estar en desacuerdo con Él, lo cual contrista Su Espíritu (Amós 3:3). Cuando el SEÑOR nos habla, espera que estemos de acuerdo con Él. El que estemos de acuerdo con Él satisface Su corazón. Abraham fue un excelente adorador porque estuvo de acuerdo con todo lo que Dios le dijo. Un corazón creyente complace y edifica el corazón de DIOS, lo cual es el objetivo supremo de la verdadera adoración. Levantemos nuestras manos a DIOS sin enojos ni dudas (1 Ti. 2:8).

Una actitud de dependencia. Cuando adoramos al PADRE Celestial, debemos acercarnos a Él con una actitud de profunda humildad y dependencia (Mt. 5:3). La verdad es que no sabemos adorar correctamente. Tampoco podemos hallar el camino hacia la presencia de DIOS porque se encuentra oculto, a menos que Él nos imparta soberanamente Su gracia (Sal. 43:3; 65:4). 
La adoración está arraigada en la gracia, y la gracia sólo se concede 
a los humildes. La humildad total es requisito para acercarse por completo al SEÑOR y para llegar a vivir la verdadera adoración (Is. 57:15).

Un espíritu agradecido. La gratitud es una actitud que vence la amargura y la crítica, y dispone nuestro corazón para la alabanza que agrada al Creador. Sin un corazón agradecido, no se puede adorar a YAHWEH (DIOS) en Espíritu y en verdad. La falta de agradecimiento es el primer paso para alejarse del Señor (Ro. 1:21). La Palabra nos manda a entrar por Sus puertas con acción de gracias (Sal. 100:4). La gratitud nos prepara para alabar y adorar. La alabanza y la adoración genuinas requieren gratitud en todas y por todas nuestras circunstancias (1 Ts. 5:18; Ef. 5:20). La gratitud mantiene libre nuestro espíritu. Nunca debemos presionar a otros para que adoren. El PADRE Celestial no quiere sacrificio de alabanza que no proceda del corazón. Nunca obliguemos a un individuo a adorar, más bien animémoslo diciendo: “Si no estás agradecido por la sangre del Mesías Yahshúa (Cristo) y por todo lo que Él ha hecho por ti, ¡por favor, no adores!” Cuando obligamos a otros a adorar, y no lo hacen de corazón, incurrimos en irrespeto.

Con una vida obediente. La obediencia nos permite obtener el favor de DIOS y abre la puerta a la adoración pura. DIOS mantiene Su favor en la medida en que continuamos haciendo lo que Él nos pide. DIOS no acepta nuestro sacrificio de alabanza si estamos haciendo las cosas a nuestra manera o en el lugar equivocado (Dt. 12:13-14). DIOS puede rechazar nuestro sacrificio (Mal. 1:8-10). En Romanos 12:1 se nos manda a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Nuestra vida viene a ser olor grato al SEÑOR cuando ofrecemos nuestro ser total, así como lo hizo Cristo (Ef. 5:2).
Cuando nos encontramos en una encrucijada, y escogemos hacer la voluntad de DIOS, somos adoradores y éste es nuestro culto racional.

Un corazón que no alberga nada en contra de otro. Antes de ir al altar, DIOS quiere que hagamos las paces con aquellos que hemos ofendido (Mt. 5:23-24). Debemos reconocer que si nuestro corazón se ha endurecido contra alguno, no podremos abrirlo ompletamente al SEÑOR. Para ser un adorador del DIOS perfecto, debemos ser perfectos (Mt. 5:48). Debemos ser perfectos en actitudes. El amor hacia nuestros hermanos y enemigos debe ser perfeccionado. No podemos adorar a DIOS en Espíritu y en verdad si en nuestro corazón existen malos sentimientos.

Rendir a Sus pies nuestros más profundos deseos. La adoración es darnos por entero a otro. La adoración verdadera no cobra vida en nuestro corazón si éste se encuentra dividido y excesivamente aferrado a otros amores. Abraham le devolvió a DIOS su posesión más querida: Isaac. ¡Adoró mientras lo hacía! (Gn. 22:5) Honrémosle como nuestro todo; en todo, en tanto que rendimos a Sus pies nuestras metas, ambiciones, planes, ministerio, y aun personas que amamos. Haciendo esto le decimos a DIOS: “todo es secundario en comparación contigo.”
Comprender que pertenecemos a Otro. La adoración verdadera incluye la actitud de Apocalipsis 4:11. Es comprender que fuimos hechos para otro: DIOS. Fuimos creados por Él y para Él, para agradarle. No somos nuestros, fuimos comprados por precio (1 Co. 6:19-20; Sal. 100:3).
Fuimos creados para adorar a Aquel que nos creó y así es como encontramos plenitud. La alabanza máxima tiene lugar cuando amamos cada parte de 
DIOS con cada parte de nosotros.

Ser llenos de Aquel a quien adoramos. Nos hacemos iguales al objeto (o persona) de nuestra adoración. El pueblo de Israel siguió la vanidad y se volvió vano (Jer. 2:5). Los paganos, fabricantes y adoradores de ídolos, se vuelven como ellos (Sal. 115:2-8). Sin embargo, los que son intensos adoradores del PADRE, ¡se vuelven como Él! Por eso debemos tener una revelación creciente de Aquel que adoramos. A medida que contemplamos al SEÑOR y le rendimos culto, somos transformados más y más a Su imagen (2 Co. 3:17-18). YAHWEH recompensa nuestra adoración impartiéndonos parte de Sí mismo. Cuando adoramos al PADRE nos llenamos de Su propia esencia, y luego podemos corresponderle con lo mismo. Es derramar sobre Él la misma fragancia que Él ha derramado sobre nosotros.

Someternos a la autoridad de YAHWEH (DIOS). La verdadera adoración se expresa sometiéndonos al gobierno de DIOS y a quienes Él ha designado como nuestras autoridades. La adoración verdadera se demuestra aceptando totalmente las circunstancias que YAHWEH permite en nuestra vida, sean las que sean. Es reconocerle a Él como Salvador de nuestra vida. Cuando no aceptamos nuestras circunstancias, y retamos o cuestionamos la manera como Él nos guía, no somos adoradores verdaderos. Job era un profundo adorador del YAHWEH. Cuando perdió todo lo que tenía, se postró y adoró (Job 1:21-22). Job había rendido sus derechos a YAHWEH y le reconoció como su absoluto SEÑOR.

Un corazón circuncidado. Pablo dijo: “Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos [o adoramos] a YAHWEH y nos gloriamos en Yahshúa (Cristo), no teniendo confianza en la carne” (Fil. 3:3).
La circuncisión es cortar aquello con lo que hemos nacido. Nacemos con orgullo, terquedad y otras enfermedades de la naturaleza caída. La adoración verdadera surge cuando nuestro corazón ha sido liberado de las ataduras de la tradición y del pensamiento humano por la Espada. Muchos son incapaces de adorar a YAHWEH en Espíritu porque están inhibidos por sus tradiciones y mentalidad natural. Algunas asambleas se avergüenzan de levantar sus manos, aplaudir o danzar con gozo delante del PADRE, tal y como lo hizo David (2 S. 6:14-16).

Postrarnos ante Él, a Sus pies. Si el hombre natural se vende a sí mismo con tal de alcanzar una meta o una causa, ¡cuanto más debemos nosotros entregarnos al SEÑOR de señores para honrarle y adorarle! ¡A tales personas busca el PADRE! Seamos adoradores profundos de Aquel que nos hizo, ¡porque Él es digno!

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