“Los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre
tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23).
Juan 4:23 revela el corazón de DIOS. El Padre busca verdaderos adoradores, aquellos que lo adoren en Espíritu y en verdad. La adoración verdadera exige una vida totalmente rendida a DIOS. La adoración verdadera tiene lugar cuando amamos cada parte de DIOS con cada parte de nuestro ser. La adoración verdadera tiene lugar cuando le pertenecemos totalmente a Él.
La música correcta. Para adorar a YAHWEH (DIOS) en Espíritu y en verdad, nuestra música debe ser la adecuada. Las
Escrituras invitan a adorar al Señor en la belleza de la santidad (Sal. 96:9).
Si nuestra música es mundana y está mezclada con la letra de Satanás y la
percusión secular, jamás podremos adorar a Dios en la hermosura de la santidad.
¡DIOS quiere refinar nuestra música! En el capítulo 15 de Éxodo, después del servicio de alabanza, la música israelita
se convirtió en un ruido (Ex. 32:17-19). Esto se debió a que su relación con DIOS se había deteriorado. La clase de música que escuchamos o tocamos, dice mucho de la condición de nuestro corazón
y de la relación que tenemos con DIOS (YAHWEH, YHWH).
Un corazón creyente. Toda
verdadera adoración debe proceder de un corazón creyente. El deber primordial
del hombre es creer (Jn. 6:28-29). Cuando el hombre no cree en lo que DIOS dice, esto es un insulto. No creerle a DIOS es estar en desacuerdo con Él, lo
cual contrista Su Espíritu (Amós 3:3). Cuando el SEÑOR nos habla, espera que
estemos de acuerdo con Él. El que estemos de acuerdo con Él satisface Su
corazón. Abraham fue un excelente adorador porque estuvo de acuerdo con todo lo
que Dios le dijo. Un corazón creyente complace y edifica el corazón de DIOS, lo
cual es el objetivo supremo de la verdadera adoración. Levantemos nuestras
manos a DIOS sin enojos ni dudas (1 Ti. 2:8).
Una actitud de dependencia. Cuando adoramos al PADRE Celestial,
debemos acercarnos a Él con una actitud de profunda humildad y dependencia (Mt.
5:3). La verdad es que no sabemos adorar correctamente. Tampoco podemos hallar el camino hacia la presencia de DIOS porque se encuentra oculto, a menos que Él nos imparta soberanamente Su gracia
(Sal. 43:3; 65:4).
La adoración está arraigada en la gracia, y la gracia sólo se concede a los humildes. La humildad total es requisito para acercarse por completo al SEÑOR y para llegar a vivir la verdadera adoración (Is. 57:15).
La adoración está arraigada en la gracia, y la gracia sólo se concede a los humildes. La humildad total es requisito para acercarse por completo al SEÑOR y para llegar a vivir la verdadera adoración (Is. 57:15).
Un espíritu agradecido. La
gratitud es una actitud que vence la amargura y la crítica, y dispone nuestro
corazón para la alabanza que agrada al Creador. Sin un corazón agradecido, no
se puede adorar a YAHWEH (DIOS) en Espíritu y en verdad. La falta de
agradecimiento es el primer paso para alejarse del Señor (Ro. 1:21). La Palabra
nos manda a entrar por Sus puertas con acción de gracias (Sal. 100:4). La
gratitud nos prepara para alabar y adorar. La alabanza y la adoración genuinas
requieren gratitud en todas y por todas nuestras circunstancias (1 Ts. 5:18;
Ef. 5:20). La gratitud mantiene libre nuestro espíritu. Nunca debemos presionar a otros para
que adoren. El PADRE Celestial no quiere sacrificio de alabanza que no proceda
del corazón. Nunca obliguemos a un individuo a adorar, más bien animémoslo
diciendo: “Si no estás agradecido por la sangre del Mesías Yahshúa (Cristo) y
por todo lo que Él ha hecho por ti, ¡por favor, no adores!” Cuando obligamos a otros a
adorar, y no lo hacen de corazón, incurrimos en irrespeto.
Con una vida obediente. La obediencia nos permite obtener el
favor de DIOS y abre la puerta a la adoración pura. DIOS mantiene Su favor en
la medida en que continuamos haciendo lo que Él nos pide. DIOS no acepta nuestro sacrificio de alabanza si estamos haciendo las
cosas a nuestra manera o en el lugar equivocado (Dt. 12:13-14). DIOS puede
rechazar nuestro sacrificio (Mal. 1:8-10). En Romanos 12:1 se nos manda a
presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Nuestra vida viene a ser olor grato al
SEÑOR cuando ofrecemos nuestro ser total, así como lo hizo Cristo (Ef. 5:2).
Cuando nos encontramos en una
encrucijada, y escogemos hacer la voluntad de DIOS, somos adoradores y éste es
nuestro culto racional.
Un corazón que no alberga nada en
contra de otro. Antes de ir al altar, DIOS quiere que hagamos las paces con
aquellos que hemos ofendido (Mt. 5:23-24). Debemos reconocer que si nuestro
corazón se ha endurecido contra alguno, no podremos abrirlo ompletamente al
SEÑOR. Para ser un adorador del DIOS perfecto, debemos ser perfectos (Mt.
5:48). Debemos ser perfectos en actitudes. El amor hacia nuestros hermanos y
enemigos debe ser perfeccionado. No podemos adorar a DIOS en Espíritu y en verdad si en nuestro
corazón existen malos sentimientos.
Rendir a Sus pies nuestros más
profundos deseos. La adoración es darnos por entero a otro. La adoración
verdadera no cobra vida en nuestro corazón si éste se encuentra dividido y
excesivamente aferrado a otros amores. Abraham le devolvió a DIOS su posesión más querida:
Isaac. ¡Adoró mientras lo hacía! (Gn. 22:5) Honrémosle como nuestro todo; en
todo, en tanto que rendimos a Sus pies nuestras metas, ambiciones, planes, ministerio, y aun personas que
amamos. Haciendo esto le decimos a DIOS: “todo es secundario en comparación
contigo.”
Comprender que pertenecemos a
Otro. La adoración verdadera incluye la actitud de Apocalipsis 4:11. Es
comprender que fuimos hechos para otro: DIOS. Fuimos creados por Él y para Él, para agradarle. No somos nuestros, fuimos comprados por precio (1 Co.
6:19-20; Sal. 100:3).
Fuimos creados para adorar a Aquel que nos creó y así es como encontramos plenitud. La alabanza máxima tiene lugar cuando amamos cada parte de DIOS con cada parte de nosotros.
Fuimos creados para adorar a Aquel que nos creó y así es como encontramos plenitud. La alabanza máxima tiene lugar cuando amamos cada parte de DIOS con cada parte de nosotros.
Ser llenos de Aquel a quien adoramos. Nos hacemos iguales al
objeto (o persona) de nuestra adoración. El pueblo de Israel siguió la vanidad
y se volvió vano (Jer. 2:5). Los paganos, fabricantes y adoradores de ídolos,
se vuelven como ellos (Sal. 115:2-8). Sin embargo, los que son intensos
adoradores del PADRE, ¡se vuelven como Él! Por eso debemos tener una revelación
creciente de Aquel que adoramos. A medida que contemplamos al SEÑOR y le rendimos culto, somos transformados más y más a Su imagen
(2 Co. 3:17-18). YAHWEH recompensa nuestra adoración impartiéndonos parte de Sí
mismo. Cuando adoramos al PADRE nos llenamos de Su propia esencia, y luego
podemos corresponderle con lo mismo. Es derramar sobre Él la misma fragancia
que Él ha derramado sobre nosotros.
Someternos a la autoridad de YAHWEH (DIOS). La verdadera adoración se expresa sometiéndonos al gobierno de DIOS y
a quienes Él ha designado como nuestras autoridades. La adoración verdadera se
demuestra aceptando totalmente las circunstancias que YAHWEH permite en nuestra
vida, sean las que sean. Es reconocerle a Él como Salvador de nuestra vida.
Cuando no aceptamos nuestras circunstancias, y retamos o cuestionamos la manera
como Él nos guía, no somos adoradores verdaderos. Job era un profundo adorador
del YAHWEH. Cuando perdió todo lo que tenía, se postró y adoró (Job 1:21-22).
Job había rendido sus derechos a YAHWEH y le reconoció como su absoluto SEÑOR.
Un corazón circuncidado. Pablo
dijo: “Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos [o
adoramos] a YAHWEH y nos gloriamos en Yahshúa (Cristo), no teniendo confianza
en la carne” (Fil. 3:3).
La circuncisión es cortar aquello con lo que hemos nacido. Nacemos con orgullo, terquedad y otras enfermedades de la naturaleza caída. La adoración verdadera surge cuando nuestro corazón ha sido liberado de las ataduras de la tradición y del pensamiento humano por la Espada. Muchos son incapaces de adorar a YAHWEH en Espíritu porque están inhibidos por sus tradiciones y mentalidad natural. Algunas asambleas se avergüenzan de levantar sus manos, aplaudir o danzar con gozo delante del PADRE, tal y como lo hizo David (2 S. 6:14-16).
La circuncisión es cortar aquello con lo que hemos nacido. Nacemos con orgullo, terquedad y otras enfermedades de la naturaleza caída. La adoración verdadera surge cuando nuestro corazón ha sido liberado de las ataduras de la tradición y del pensamiento humano por la Espada. Muchos son incapaces de adorar a YAHWEH en Espíritu porque están inhibidos por sus tradiciones y mentalidad natural. Algunas asambleas se avergüenzan de levantar sus manos, aplaudir o danzar con gozo delante del PADRE, tal y como lo hizo David (2 S. 6:14-16).
Postrarnos ante Él, a Sus pies.
Si el hombre natural se vende a sí mismo con tal de alcanzar una meta o una
causa, ¡cuanto más debemos nosotros entregarnos al SEÑOR de señores para
honrarle y adorarle! ¡A tales personas busca el PADRE! Seamos adoradores
profundos de Aquel que nos hizo, ¡porque Él es digno!
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