viernes, 27 de septiembre de 2013

MALDICIONES GENERACIONALES (Otra falsa doctrina)

En nuestro caminar cristiano nos vamos acostumbrando a definir cosas inexistentes, todas ellas por ignorancia a las Escrituras. ¿Cómo definir algo que no existe? Respuesta: De acuerdo a cómo lo han imaginado aquellos que dicen que sí existe. He aquí una definición básica: Una maldición generacional (ancestral o hereditaria) es un daño o perjuicio declarado sobre un individuo una o más generaciones anteriores y cuyo efecto es transmitido a sus descendientes a través del tiempo.
Se supone que el individuo que está bajo una maldición generacional ha nacido ya destinado a cometer ciertos pecados, o es propenso a sufrir ciertos males o desgracias, y es dominado por un poder que ningún humano puede controlar. Es por ello que se necesita un poder mayor, el de Dios, para romper o cancelar la maldición.
Cosas como la pobreza, enfermedades, problemas de carácter y temperamento, infidelidad, inconstancia, pereza, alcoholismo, drogas, obsesión sexual, promiscuidad, depresión, negativismo, esterilidad, inestabilidad mental, obesidad, etc., de acuerdo con esta teología, son pasadas de generación a generación en una familia.
Los mismos maestros que propugnan la liberación de demonios, prometen también romper o cancelar estas maldiciones supuestamente declaradas sobre sus antepasados que han sido transmitidas a través de su árbol genealógico. Una oferta de “dos por uno” difícil de rechazar ¿verdad?
Estilos de vida perpetuados
Cierta autora que promueve esta extraña teología, lista una serie de declaraciones supuestamente formuladas por gente que está o ha estado bajo el efecto de una maldición:
@ Todos en mi familia han muerto a los 39 años.
@ Mis cuatro hermanas se han divorciado.
@ Mi madre fue infiel y a pesar de aborrecer esa actitud, tengo una relación con un hombre casado.
@ Mis hermanos y hermanas “han tenido que casarse”.
@ Cada varón en mi familia ha sido alcohólico y mi hijo adolescente está bebiendo mucho.
@ No veo progreso en mi vida espiritual.
@ He sido despedido de cada empleo, o las compañías donde he trabajado han quebrado.
@ No puedo disfrutar la vida cristiana, porque siento que pronto sucederá una desgracia y así ocurre.
Libro: “Descubriendo y Rompiendo Maldiciones” por Olivia Vega.
La autora finaliza diciendo: “Para entender las maldiciones debemos darnos cuenta que estamos lidiando con fuerzas poderosas que no podemos ver y que nuestros sentidos no pueden entender”.
En otras palabras, sin detenerse a pensar ni por un momento de que los males descritos pueden ser patrones de conducta adquiridos, un efecto natural de la Caída de la raza humana, una manifestación de la naturaleza pecaminosa del ser humano en general, hábitos de un pésimo trabajador en particular, y/o consecuencia de la crisis económica que predomina en el mundo, la autora del artículo determina automáticamente que las personas afectadas por estas cosas no son responsables de sus situaciones en absoluto, sino que son víctimas de una maldición que los alcanza desde el pasado en su línea generacional.
 ¿Maldición generacional o influencia parental?
No cabe duda que por regla general el carácter de los padres, así como la influencia que ellos ejercen sobre los hijos, juega un papel primordial en la personalidad y la conducta de los hijos y sucesivos descendientes. En muchas familias podemos encontrar que el alcoholismo, por ejemplo, afecta a las sucesivas generaciones, que en cierta forma sólo están imitando la conducta y los pecados de sus antecesores. Un padre borracho y jugador condena a su familia a la pobreza y una vida miserable desde todo punto de vista. Si los hijos imitan al padre, y los nietos al hijo, es claro que la pobreza y la desgracia se perpetuarán en la familia. Pero no se deben confundir los malos hábitos adquiridos por el ejemplo de los padres con una maldición que fue proferida por alguien y que debe ser rota por medio de una invocación especial pronunciada por un predicador especial.
Un concepto erróneo de maldición
El concepto de maldición que estos “predicadores” manejan está relacionado con poderes mágicos ocultos y superstición pagana, equivalente a un hechizo o un encantamiento que llevado al ridículo es similar al embrujamiento que convirtió al hermoso príncipe en un sapo. La gente involucrada en la brujería, la santería o el vudú, manejan estos conceptos mientras clavan agujas en un muñeco, le suenan la maraca al enfermo o bailan alrededor del cliente sacudiendo la pobre gallina.
Veamos cómo se define “maldición” en las propias palabras de aquellos que enseñan el concepto de maldiciones generacionales:
“¿Qué es una maldición? Es aborrecer, detestar, execrar, vituperar, condenar a una persona o cosa. Es atar a alguien con palabras o blasfemias. Una maldición es una fuerza demoníaca puesta sobre una persona o una familia a través de: palabras, o por voluntad y acción de alguien. Las acciones pueden incluir a los propios padres involucrados en actividades de ocultismo.” Según: [Descubriendo y Rompiendo Maldiciones, Olivia Vega].
El autor Ignacio García comenta refutando esta definición:
“La primera parte (hasta antes del primer punto y seguido) es correcta, porque está copiada de un diccionario bíblico; el resto ya es de su propia cosecha. Agregarle incoherencias de su peculio a la definición, provoca que los MG (proponentes de las Maldiciones Generacionales) tengan dificultad para saber de dónde proviene la maldición. Porque por un lado apoyan su doctrina con Éxodo 20:5,“…Yo visito la iniquidad de los padres a los hijos…”, en donde es Dios quien habla, pero luego invierten todo y dicen (como en el párrafo de arriba) que ¡”la maldición es una fuerza demoníaca”! O sea: Dios maldice pero el diablo le gana a maldecir.” [Maldición Generacional, Ignacio García.
El significado bíblico de “maldición”
Una maldición de parte de Dios es totalmente diferente al concepto ocultico-pagano de la palabra. El primer uso de la palabra hebreaârar ocurre en Génesis 3:17 (maldita será la tierra). Es un pronunciamiento de juicio sobre aquellos que quebrantaron un pacto. Maldición, en el contexto bíblico, es una expresión de la justicia de Dios que se aplica sobre alguien o algo como consecuencia de una decisión personal e intencional de desobediencia contra Dios, y que el hombre toma haciendo uso de su libre albedrío. Dios, entonces, pone distancia entre Él y el pecado.
Ejemplo: En Deuteronomio 28, Dios establece las increíbles bendiciones que vendrán sobre el pueblo de Israel como resultado de la obediencia a los mandamientos de Dios (Dt. 28:1-14), y luego en contraposición expresa lo que ocurrirá como consecuencia de desobedecer voluntariamente esos mandamientos (Dt. 28:15-68), lo que es equivalente a “haber dejado a Jehová” (v. 20). Como vemos, una maldición de Jehová siempre conlleva el deseo de que el bien sea derramado sobre los que le aman y obedecen. No tiene el propósito primario de hacer mal. Aún más, las maldiciones de Dios no excluyen la posibilidad de arrepentimiento por parte de la persona, sino por el contrario, son enunciadas con el fin de que evitemos pecar contra Dios.
¿Pasan las maldiciones de Dios a los descendientes?
Las maldiciones pronunciadas por Dios son directamente dirigidas a individuos o naciones por pecados específicos, jamás son dirigidas a los descendientes de una persona. El capítulo 18 del libro de Ezequiel es categórico respecto a la errónea idea de que los hijos pagan por los pecados de los padres. Los judíos sufrían del mismo error que los promotores de la doctrina de la Maldición Generacional. Dios les dice en Ezequiel 18 que ya dejen de creer en eso: “… el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo …” (ver también Jer. 31:29-30).
En realidad, parece increíble que Dios tenga que repetir un concepto que ya había revelado al pueblo judío siglos antes: “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su pecado” (Dt. 24:16).
En el capítulo 9 del evangelio de Juan encontramos algo relacionado con el concepto que venimos tratando: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres; sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Jn. 9: 1-3). Los discípulos de Jesús aun seguían aferrados al mismo error que los judíos en los tiempos de Ezequiel. Si en realidad los hijos pagaran por los pecados de los padres, ésta hubiera sido la perfecta oportunidad para que Jesús corroborara o expandiera sobre la doctrina. Sin embargo, su respuesta fue directa y fulminante. Prácticamente les dijo que se bajaran del caballo de tal absurdidad.
¿Apoyo escritural para la doctrina?
Por supuesto que los maestros de la Maldición Ancestral citan pasajes bíblicos para apoyar la enseñanza. El favorito es el siguiente:
“…que visito [Dios] la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. (Éx. 20:5).
Este parece ser para ellos el pasaje que definitivamente establece que Dios castiga a los descendientes de los pecadores. El problema es que:
1) La palabra “castigo” no aparece por ningún lado, ni aun en las repeticiones del pasaje (Ex. 34:7; Nm. 14:18; Dt. 5:9).
2) El pasaje usa la palabra “visitar”. En hebreo es paqad; significa “visitar, inspeccionar, interesarse en”. Los rabinos judíos la traducen “….. yo soy Jehová tu Dios ….. que reviso la iniquidad de los padres sobre los hijos ….”
3) Los expertos que produjeron la versión Septuaginta del Antiguo Testamento del hebreo al griego usaron la palabra griegaepiskeptomai, que significa “observar, supervisar, cuidar, examinar de cerca”.
4) El pasaje se cita en forma parcial. El contexto es la prohibición de la idolatría por parte de Dios. La inferencia clara es que Dios visitará a las sucesivas generaciones de aquellos que cayeron en el pecado de idolatría para ver si continúan en los mismos pasos de sus ancestros. Esto es confirmado por la cualificación, “de los que me aborrecen”. En muchos casos, los hijos y descendientes inmediatos continúan en rebeldía contra Dios. La advertencia no está dirigida a aquellos que andan en los caminos del Señor.
5) La palabra “maldición” tampoco aparece en ningún lado, ni aun en las repeticiones. Ellos quisieran ver la palabra “maldición” en lugar de “maldad,” pero ni el lenguaje ni el contexto les permite forzar el concepto dentro del pasaje. La palabra de Éxodo 20:25 es ‘âwon (generalmente traducida al español como iniquidad, maldad, culpa o pecado), mientras que maldición es ârar, como ya hemos visto.
Como vemos, tanto el castigo como la maldición sobre las generaciones venideras están ausentes en el pasaje. Otro error de los maestros de la maldición hereditaria es ignorar totalmente el resto del pasaje (contexto), donde se enfatiza la misericordia de Dios sobre los que le aman y guardan sus mandamientos. Esto, automáticamente cancela cualquier pretensión de que un cristiano esté marcado por una maldición ancestral y deba ser liberado de ella.
Estimado lector, no se deje embaucar por aquellos que le inculcan ideas de que usted ha sido afectado por una “maldición ancestral, hereditaria o generacional”, “línea sanguínea familiar”, ” iniquidad familiar”, “líneas de iniquidad”, o cualquiera sea el alias que le apliquen a esta horrenda doctrina inventada por humanos, y no por Dios. Usted, como cristiano, debe afirmarse en la verdad de que Cristo perdonó todas sus  Su Sacrificio en la cruz del Calvario (Is. 53:11).

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